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TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA EN ESPAÑA
La transición demográfica se refiere al proceso por el cual una sociedad experimenta cambios en su estructura demográfica a medida que evoluciona de una etapa de alta mortalidad y natalidad a una de baja mortalidad y natalidad. En el caso de España, este proceso comenzó a finales del siglo XIX y se completó en las décadas de 1960 y 1970.
Durante la primera fase de la transición demográfica en España, que duró hasta la década de 1930, la mortalidad infantil era muy elevada y la esperanza de vida era baja. Además, la tasa de fecundidad era alta, lo que se tradujo en una población joven y en constante crecimiento.
En la segunda fase, que se desarrolló entre las décadas de 1940 y 1960, la mortalidad infantil disminuyó significativamente gracias a la mejora de las condiciones sanitarias y a la introducción de nuevos tratamientos médicos. Esto se tradujo en un aumento de la esperanza de vida y en una disminución de la mortalidad general. Finalmente, en la tercera fase de la transición demográfica, que comenzó en la década de 1970 y se extiende hasta nuestros días, la tasa de fecundidad ha disminuido significativamente, situándose en niveles muy bajos. Esto ha dado lugar a una disminución de la tasa de crecimiento natural e incluso a una pérdida de población en algunos años.
Esta transición demográfica ha tenido importantes consecuencias en la estructura social y económica de España. Por un lado, la disminución de la tasa de fecundidad ha llevado a una disminución de la población joven y a un envejecimiento progresivo de la población. Esto ha tenido importantes implicaciones en el sistema de pensiones y en la financiación del sistema de salud. Por otro lado, la disminución de la tasa de crecimiento demográfico ha ralentizado el crecimiento económico y ha obligado a buscar nuevas formas de impulsar la economía.
La transición demográfica en España ha sido un proceso largo y complejo que ha tenido importantes implicaciones en la estructura social y económica del país. La disminución de la tasa de fecundidad y el envejecimiento progresivo de la población son dos de las principales consecuencias de este proceso, que ha obligado a buscar nuevas formas de afrontar los retos que plantea una población cada vez más envejecida.
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